10 de julio de 2019

¿Qué es Slay the Spire?

Lo mejor es decirlo desde el principio: este artículo va a ser relativamente personal. Nunca me he considerado especialmente aficionado a los roguelikes y es raro que dedique tiempo a alguno (tal vez el fantástico Into the Breach ha sido de los pocos con este núcleo jugable que me ha enamorado). Sin embargo, algo me hizo alzar la ceja hace unos meses cuando descubrí la existencia de Slay the Spire. Las cartas sí me gustan algo (bastante) más y una hibridación de naipes jugadas por turnos en un videojuego siempre va a capturar mi atención. Así soy yo.

Disponible desde principios de año en PC y compatibles, aunque llevaba desde finales de 2017 en early access, y desde hace muy poquito tiempo en Nintendo Switch, no ha sido hasta que lo han incluido recientemente en el XBox Game Pass de PC que me he lanzado a jugarlo. Y, antes de describir lo que nos ofrece, creo que es justo reincidir en que no soy amigo de los roguelikes, pero este me ha gustado. Hasta tal punto me ha gustado, que admito que me he ido a dormir algunas noches más tarde de lo recomendable, subiendo esos indomables caminos.
Y es que en eso, como buen miembro de su género, se basa Slay the Spire: encarnamos a uno de hasta tres personajes que trata de llegar al final de unas rutas generadas aleatoriamente y que nos proponen una serie de retos, con la penalización de volver a empezar (casi) de cero si perecemos en nuestra misión. Y creedme, al principio perecer es fácil y ocurrirá. Pero, como buen roguelike, a medida que vayamos entendiendo mejor su sistema, las estrategias y combos más provechosos y, especialmente, mejoremos nuestras barajas, estaremos más cerca de la victoria.
Partiendo de un mapa con diferentes rutas, tendremos que llegar a la cima del mismo, enfrentándonos, como señalaba antes, a distintas pruebas. En eso, Slay the Spire no oculta demasiada información al jugador: excepto por las casillas ?, siempre sabremos qué es lo que nos depara el mapa en sus diferentes ramas, de principio a fin (en este caso, un jefe final). Las casillas pueden ser enfrentamientos contra grupos de enemigos semi-aleatorios (se van repitiendo en cada mapa de manera temática), una visita al comerciante, un área de descanso donde sanarse o mejorar una carta, un cofre por saquear... O bien esa interrogante que nos llevará a cualquiera de esas o incluso a un evento mediante texto que nos permitirá elegir entre algunas opciones para obtener beneficios, si bien algunas recompensas conllevan sacrificios como perder vida o contraer maldiciones, que llenarán nuestro mazo de cartas inservibles.

Y es que, evidentemente, la confección de nuestra baraja es clave en este título. De inicio, cada personaje cuenta con un pequeño conjunto de naipes que no ofrece muchas más opciones que atacar con golpes simples o defender, además de alguna mecánica característica. El primer luchador disponible, por ejemplo, se cura puntos de vida entre combate y combate, lo que lo hará más duradero. La segunda, roba más cartas a la mano, por lo que dispone de más opciones jugables para dar rienda suelta a su potente mecánica de envenenar. El último emplea un sistema de orbes acumulables que se activan al acabar su turno, causando muy diferentes e interesantes efectos. Jugar con cada uno de ellos es distinto a hacerlo con el resto.

A medida que vayamos ascendiendo en las torres encontraremos nuevas cartas para nuestro mazo: siempre una a elegir al acabar la batalla, además de las que saquemos de cofres o compremos al mercader con el oro obtenido también en los combates. Es muy interesante ver como, a medida que nos enfrentamos a retos más duros, tenemos más opciones estratégicas a nuestra disposición, más combos que crear y más efectos que causar. De hecho, es adictivo. A esto sumadle las reliquias, objetos que nos dan habilidades pasivas de lo más útiles. O las pociones, que nos dan beneficios temporales. Nada tiene que ver el personaje que comienza con el que acaba en la tercera torre.
Eso sí, cuando caemos en combate, lo perdemos casi todo. ¿Y por qué digo casi? Primero, porque como en todo buen roguelike, habremos obtenido más conocimiento de todo lo que rodea al título y algo habremos extraído como jugador. Segundo, porque Slay the Spire tiene un sistema de progresión para cada uno de sus personajes que hace que, a medida que obtenemos puntos (cuando perdemos el combate se desglosan según los pisos subidos, jefes derrotados y otros factores), sumemos interesantes cartas "de base" a nuestro mazo inicial para cada uno. Por eso, la próxima vez que intentemos el ascenso seremos también más fuertes.

En combate, Slay the Spire es sorprendentemente ágil e intuitivo. Funciona por turnos, uno nuestro sucedido por uno de los enemigos (generalmente tres como máximo al mismo tiempo, aunque a veces son más) y así hasta la muerte para uno de los dos bandos. Contamos con nuestro mazo, del que completamos la mano al inicio de cada turno, la pila de descartes (que formará de nuevo el mazo si lo agotamos) y la pila de cartas "quemadas", que una vez empleadas no se podrán usar hasta el comienzo de un nuevo enfrentamiento. Para usar las cartas, simplemente tenemos que poder pagarlas con un maná que se rellena cada turno y que es expandible mediante reliquias de manera permanente, o de manera temporal mediante el efecto de algunas cartas. Le coges el tranquillo enseguida.

Cada carta tiene sus atributos, pero se resumen en cartas de ataque (hacen daño y quizá algún efecto adicional), cartas de defensa (suben el bloqueo del personaje, del que ahora hablaremos) y cartas de habilidad o poder (hacen algo concreto como dar más energía, mejorar otras cartas, basar su daño en lo que hayamos jugado en ese turno y un largo etcétera). Encontrar la mejor estrategia y el hacer lo máximo posible gastando la menor cantidad de maná que podamos es la clave. En el caso del bloqueo, es un atributo numérico temporal del que se restarán puntos cuando nos hagan daño, en lugar de perder vida. Si se agota, entonces el daño lo sufrirán nuestros puntos de golpe. Los enemigos, por supuesto, también pueden subir su bloqueo, pero la gracia es que al final del turno del bando contrario el bloqueo se agota y tenemos que subirlo de nuevo si nos interesa.
Por lo demás, Slay the Spire pone sobre el tapete un apartado artístico resultón, pero que a mí personalmente no me ha acabado de enamorar. Los personajes y enemigos están dibujados con un estilo relativamente peculiar pero ciertamente atractivo, aunque no son un dechado de animaciones ni efectos, aparte de pecar de cierto estatismo visual en general. En cuanto al sonido, se puede decir que acompaña de forma agradable, pero no me ha resultado memorable en ningún momento. Se percibe que este título se lo juega todo a su jugabilidad.

Para acabar, sé que no he entrado en profundidad en todo lo que puede ofrecer Slay the Spire, pero creo que al menos habré cumplido en explicaros de modo básico como es el juego, por si alguien se anima a probarlo. Cuenta con una propuesta jugable interesante y adictiva, bastante bien medida, si bien no se aleja de los cánones de su género. Y qué leches, que si ha capturado a un profano, por algo debe ser. Como siempre, en la caja de comentarios estaremos encantados de resolver cualquier duda sobre el título, mientras tanto, esperamos que hayáis disfrutado de este artículo.

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